taxi Viernes, 4 septiembre 2015

Un ludópata arrepentido de su vicio se sube a un taxi y…

Salgo a trabajar un poco harto de trabajo sabiendo que los domingos la gente «normal» se encuentra en sus casas viendo una buena película en familia. Un servicio me lleva a La Molina, se me hace pesada la subida  del cerro Centinela. De regreso busco un servicio pero…

¿Taxi? ¿taxi? ¿taxi?…nada de nada.

 Tomo la Javier Prado y en dirección a San Isidro un hombre de origen asiático, con ropa muy fina me detiene a la altura de un casino de esa zona. Su rostro ofuscado, pálido, no por lo asiático sino por circunstancias que yo no entendía todavía, se enfoca directamente hacia mí. Sube y se acomoda en el asiento delantero, sin decirme a donde va ni cuanto le voy a cobrar.
– «De frente señor»
Obedezco, con un poco de desconfianza. Pero la apariencia del ponja se va acentuando en segundos en un tipo tranquilo, solo decepcionado de algo. Maldice entre dientes a no sé quiénes y no sé cuántos, su teléfono suena y suena. Tenía dos muy modernos para esa época.
Saca varios billetes arrugados, antiguos y útiles en cualquier época. Primero uno de 20, luego varios de 50 y uno que otro de 100, los avienta encima de mi tablero y cierro la ventana rápidamente para que el viento no los absorba.
– «Hoy me metí a ese casino y perdí cincuenta mil soles, esto es todo lo que me quedo»
No le digo nada, pienso que ahí hay casi mil soles todavía, así que de seguro regresará a jugar.
– «¿Sabes para qué me están llamando?»… Yo no tengo la mas mínima idea.
– «No»
– «¡Para prestarme más dinero! … Pero ya no les seguiré el juego, ¡que se vayan a la shit!»… ¿?… debió ser alguna maldición en asiático.
Siento lástima por este hombre, sé que es sentirse así y lo comprendo. Pero también comprendo que mejor no le digo nada. No se la vaya a agarrar conmigo.
Jacky Chan Face
Me pide que me detenga en un lujoso edificio cerca del Golf de San Isidro y se baja apurado.
– «¡Hey, señor se olvida su plata!»
– «Agárratela, a mí no me sirve para ni un té»
Esa noche saqué a mis hijos a comer pollito a la brasa con los restos de un capital perdido, de un ludópata arrepentido.